Frecuentemente, estas patologías se vinculan a un trastorno llamado resistencia a la insulina, una condición crónica que puede terminar en diabetes. En Chile, uno de tres adultos es insulinorresistente y de ellos un 30% puede terminar siendo diabético. Se trata de los casos más severos, en pacientes con obesidad o que ya tienen antecedentes familiares de la enfermedad. Sin embargo, este indicador se puede revertir detectándolo a tiempo y con una vida más saludable.
Esta enfermedad se manifiesta cuando el cuerpo no usa la insulina de manera eficiente para bajar los niveles de glucosa y triglicéridos. Con ello aumenta la glicemia, generándose la necesidad de más insulina. Un círculo vicioso, que puede derivar en diabetes cuando el páncreas ya no tiene capacidad para secretar más insulina.
Para el diagnóstico de resistencia a la insulina, existen exámenes indirectos; uno de ellos es medir la glicemia e insulina en reposo y ayuno; y la relación entre ellas (HOMA), además de la curva de tolerancia a la glucosa, con determinación de insulina simultánea.
El manejo depende del caso, pero en general, no requiere fármacos y se trata con actividad física y normalizando el Índice de Masa Corporal (IMC).
Si el cuadro se complejiza puede derivar en síndrome metabólico. Éste corresponde a un conjunto de patologías que, unidas, pueden causar más daño que si se manifiestan en forma individual. Ellas son diabetes, dislipidemia (alteración del perfil lipídico), hipertensión, insulinorresistencia y, a la vez, obesidad. Con tres de los factores anteriormente descritos, ya se puede diagnosticar.
En Chile existe una alta prevalencia de síndrome metabólico, afectando a un 35% de la población adulta.
Si a esto se agrega que esta patología aumenta de tres a cinco veces el riesgo de diabetes tipo dos, el llamado es a tomar conciencia.