Desarrollando algunos hábitos podemos entrenar el cerebro para sentirnos más plenos, algo que tiene directa relación con la interpretación que hacemos de las cosas.
La felicidad parece ser la meta más importante de las personas, emoción subjetiva y difícil de definir, y que según la RAE se trata de un “estado de grata satisfacción espiritual y física”.
En este sentido, ser feliz estaría dado por un componente genético en la disposición anímica y con lograr ciertos eventos prototípicos de la vida. Sin embargo, según la “ciencia de la felicidad”
también hay una parte que se puede aprender y trabajar.
Esto tiene relación con la interpretación que uno hace de las cosas, así lo explica la psicóloga de Clínica Alemana Temuco Paola Henríquez, quien agrega que según esta corriente la clave está en aceptar la vida tal como es; sentirse más libre, con menos miedo al “fracaso” y sin la expectativa poco realista de una “vida perfecta”. Aquí algunas prácticas que te ayudarán:
Cuidar la salud física y mental: hacer actividad física y mantenerse activo, así el cerebro secreta endorfinas, sustancia que hace sentir felicidad. También meditar, ya que ayuda a superar las crisis con más fortaleza interior, además de ser útil para manejar los pensamientos. A esto se suma una alimentación equilibrada y buena higiene del sueño.
Ser agradecido y desarrollar la capacidad de asombro: no dar todo por sentado, agradecer a diario el hecho de despertar y respirar; la vida es un regalo.
Buscar alegría en la simpleza: aprender a disfrutar de cosas simples, como pasar tiempo con seres queridos, reír, disfrutar la naturaleza, sabores, sensaciones, etc.
Desarrollar la resiliencia: nuestro nivel de dicha está determinado por el peso que le damos a ciertas cosas. Por ejemplo, ver el fracaso como oportunidad tiene mucho que ver con la resiliencia, debido a la capacidad de enfrentar los momentos difíciles, recuperarse y salir fortalecido, y con más recursos.
Perdonarse: así como no podemos pretender que la tierra sea cuadrada, es imposible evitar las emociones negativas, ya que son parte de la vida, así como la alegría. Es aceptarnos con todo, lo bueno y lo malo. Incluso, hay estudios que relacionan los trastornos de ansiedad, depresión y baja autoestima con la sobreexigencia e incapacidad de “perdonarse”. Los errores son parte del crecimiento.
No buscar la perfección: ser la mejor versión de uno mismo, evitando compararse con estándares sociales poco representativos, sobre todo a través de RRSS.
Priorizar: diferenciar lo realmente importante de lo que no lo es, equilibrando todas las áreas de tu vida (familia, trabajo, ocio, recreación), evitando abarcar todo.
Cultivar las relaciones: somos seres sociales y desde que nacemos tenemos la necesidad de estar con otros, por eso es clave cuidar la red de personas significativas y darse el tiempo para compartir con ellas, ya sea familia, pareja, amigos, hijos, etc.
Ser generoso y desarrollar la empatía: está científicamente comprobado que la generosidad nos proporciona felicidad y esto se debe a la interacción entre dos áreas cerebrales, la unión temporal parietal y el estriado central.
Busca tu pasión: puede ser un pasatiempo o a lo que quieras dedicar tu vida; esfuérzate por dar lo mejor en eso, con metas y expectativas realistas, y avanzando progresivamente.